Muchos oradores hablan sobre contar historias y sobre leyes narrativas. Golpes de efecto que caen aquí y allí distribuidos por la narración con la precisión que haga amoldarse las emociones de la audiencia a lo que estamos contando.

Aunque no lo parezca, todas las narraciones, toda la tradición oral, todo discurso, todas las presentaciones… comienzan en el mismo punto.

Y es que siempre, antes de empezar a hablar, siempre hay un expresivo silencio. Tened en cuenta esto siempre: el discurso comienza incluso antes de salir a escena. Ese silencio ya está ahí, ya está creado. No lo podremos evitar. Quizá esquivarlo un poco. Pero no evitarlo. Es mejor, entonces, que estemos preparados y que sepamos manejarlo. Y que disfrutemos del silencio igual que disfrutamos del resto.

Mark Twain

«La palabra correcta puede ser efectiva, pero ninguna palabra ha sido tan efectiva como una pausa perfectamente programada.«

 Mark Twain

El silencio genera expectativa, da tiempo a asimilar la información, enfatiza el discurso y genera seguridad al evitar los sonidos y frases de refuerzo como «te quiero decir», «eeeeeh», «mmmm», etc.

Somos víctimas del «horror vacui» del discurso. Tendemos a llenar cada segundo con «información».

Podemos, como alternativa, trabajar el silencio desde el punto de partida. Pararnos antes de comenzar a hablar. Respirar profundamente un par de veces. Conectar con la audiencia. Y, entonces, empezar a hablar. Este ejercicio podemos repetirlo durante el discurso de nuestro discurso.

Quitamos ruido. Disfrutamos del silencio.

 

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